LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO EN LA ERA DE LAS REDES SOCIALES

Escuchando una entrevista en C5N donde el Sociólogo Eduardo Fidanza era consultado por el periodista Alejandro Vercobich (Lejos el periodista más interesante para escuchar en la televisión argentina de hoy  y no precisamente por su mirada ideológica, sino por su intelectualidad, por su capacidad de análisis, por su rigurosidad informativa y fundamentalmente por sus diversas fuentes intelectuales que permanentemente referencia o las convierte en un actor principal de sus programas).

Por: 17-10.arg

La entrevista giró en torno a cómo las redes sociales han transformado la manera en que nos comunicamos, informamos y, sobre todo, nos relacionamos con la realidad. Lo interesante de la entrevista surgió cuando el sociólogo Eduardo Fidanza, argumentando su postura, reflexiona sobre el legado del pensador frances Guy Debord en «La sociedad del espectáculo». Un libro publicado en 1967, que se erigió como un análisis profético de cómo la representación y la imagen han llegado a dominar nuestras vidas, convirtiendo la experiencia directa en un mero espectáculo.

 
Muy creativo Fidanza, porque hoy, más que nunca, esta crítica resuena en el contexto de una sociedad hipermediada, donde la realidad se filtra a través de pantallas y algoritmos.


Debord argumentaba que el espectáculo no es solo un conjunto de imágenes, sino una relación social mediada por imágenes. En la actualidad, las redes sociales han amplificado esta dinámica, creando un entorno donde la validación social se mide en «me gusta» y «compartidos». La política, en este nuevo escenario, se ha convertido en un espectáculo en sí misma, donde los líderes y las ideologías son presentados como productos consumibles. La atención se ha desplazado de la sustancia a la forma, y el debate político se ha reducido a un intercambio de memes y fragmentos de información que, a menudo, carecen de contexto y profundidad.


Este fenómeno plantea serias preguntas sobre el futuro de la política y, por ende, de nuestras sociedades. Si la política se convierte en un espectáculo, ¿cómo podemos esperar que los ciudadanos tomen decisiones informadas y críticas? La superficialidad de las interacciones en línea puede llevar a una despolitización, donde la apatía y el desencanto se convierten en respuestas comunes ante un sistema que parece más interesado en la imagen que en la realidad. La manipulación de la información, la creación de burbujas informativas y la polarización son solo algunas de las consecuencias de este nuevo orden.


Sin embargo, no todo está perdido. La misma tecnología que ha contribuido a la creación de un espectáculo puede ser utilizada como herramienta de empoderamiento. Las redes sociales tienen el potencial de conectar a las personas, de organizar movimientos sociales y de dar voz a aquellos que históricamente han sido silenciados. La clave radica en cómo elegimos utilizar estas plataformas. En lugar de ser meros consumidores de contenido, podemos convertirnos en creadores de un discurso crítico y reflexivo.


El futuro de la política dependerá de nuestra capacidad para trascender el espectáculo y recuperar la esencia del debate democrático. Necesitamos fomentar una cultura de la participación activa, donde la información se valore no solo por su capacidad de entretener, sino por su capacidad de informar y transformar. La autoemancipación, como sugiere Debord, no puede ser una tarea individual, sino un esfuerzo colectivo que busque desmantelar las estructuras que perpetúan la alienación y la desinformación.


En conclusión, la sociedad del espectáculo, lejos de ser un destino inevitable, puede ser un punto de partida para una nueva forma de entender la política y la sociedad. Si logramos ver más allá de las imágenes y los discursos vacíos, podremos construir un futuro donde la política sea un espacio de diálogo genuino y de acción colectiva. La responsabilidad recae en cada uno de nosotros: no solo como espectadores, sino como actores en la construcción de una realidad más justa y equitativa.