El presidente Javier Milei mintió una vez más, cuando afirmó que los jugadores de la selección Argentina son campeones y exitosos porque juegan en clubes que son sociedades anónimas. Ellos, desde Rosario a Gualeguay, salieron de clubes de barrio, donde aprendieron que el fútbol es pasión, amor y sentido popular.
Milei reside en un mundo virtual que se torna peligroso porque asume una realidad que no existe. Utilizó la emoción de millones de argentinos para fabricar una mentira que desconoce el significado del fútbol como patrimonio identitario, cultural e histórico de nuestro país. En su verborragia twittera se refirió a la pertenencia actual de los jugadores de la selección, con el objetivo de sostener su idea de privatización del fútbol y de favorecer la incorporación de negociados corruptos, que son la casta de siempre.
Sin embargo, el arquero que todos admiramos, Emiliano “dibu” Martinez, surgió en General Urquiza de Mar del Plata. Los centrales titulares del equipo argentino en la final de la Copa América, Lisandro Martínez y Cristian “cuti” Romero, se formaron en Club Urquiza de Gualeguay y San Lorenzo de Córdoba. Los laterales de esa formación, Nicolás Tagliafico y Gonzalo Montiel, vivieron sus primeros años en las instalaciones del Club Atlético y Social Villa Calzada y del club El Tala de González Catán.
En el mediocampo, Enzo Fernández arrancó en La Recova de Villa Lynch, Rodrigo de Paul en Deportivo Belgrano de Sarandí, y Alexis Mac Allister en Club Social y Deportivo Parque. En la delantera del equipo, Lionel Messi comenzó su historia como mejor jugador del mundo en el Club Grandoli de Rosario, mientras que Ángel Di María empezó en el Club Atlético El Torito de Rosario y Julián Álvarez inició en el Club Atlético Calchín de Córdoba.
Los once jugadores de la formación titular de la selección salieron de los clubes de sus barrios, de sus pueblos, de sus provincias, donde jugaban sus hermanos, sus primos y sus amigos de la infancia. Crecieron juntos, pasaron de las categorías infantiles a las juveniles, soñaron con ser Maradona y Kempes, con ayudar a sus familias, jugar en primera y ganar un mundial.
Milei miente. Lo hace para justificar el negocio de unos pocos, la casta de siempre. Por eso habilitó la transformación de los clubes en sociedades anónimas, favoreciendo la privatización del fútbol y negando el sueño de millones de pibes de jugar en primera división y representar los colores de la selección de Argentina. Lo hizo mediante la Inspección General de Justicia, que definió los alcances de los artículos 346 y 347 del Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 70/2023, donde se dispone la inclusión de las asociaciones civiles y fundaciones como accionistas en sociedades anónimas y la transformación de las asociaciones civiles en dichas sociedades, así como también la simplificación en la inscripción de entidades de bien común constituidas en el extranjero para el desarrollo de su actividad en el país.
Messi, Dibu y Fideo fueron campeones del mundo porque los clubes de sus pueblos formaron sus infancias. Llegaron a primera y triunfaron en las principales ligas del mundo, porque detrás hubo un trabajo que inició en sus barrios y sus potreros.
La única verdad es la realidad. Y la pelota no se mancha, porque el fútbol es del pueblo.